viernes, 10 de junio de 2011

INAUGURACIÓN


Parecía imposible -y aún no me creo que esté en pie-, pero se ha llegado a este momento.
Dicen que el acto fue muy emotivo, yo no lo sé (a pesar de aparentar tranquilidad, estaba hecho un flan). Habló primero Enrique, sobre lo que significa este nuevo símbolo para un barrio luchador como el de Fidiana. Me pasó la palabra a mi que no me paré en explicaciones de la obra si no en agradecimientos a todos los que lo han hecho posible: al arquitecto Nicolás Millán, a los herreros Alfonso -padre e hijo-, a Miguel Barea y a su grupo de empresas como constructores y financiadores y al grabador Carlos Perea. Y sobre todo a la Asociación Vecinal Fidiana y a todo el barrio. Se me olvidó un agradecimiento especial a Enrique y a Ángela, mi mujer, que ha soportado tantas ausencias en momentos muy difíciles para ella. Solo mencioné al Ayuntamiento como pagador pero vete a saber cuándo. No se me olvidó un agradecimiento porque todo se le ha sacado con dificultad y no han facilitado nada el proceso.
Habló luego Andrés Ocaña en su último acto como alcalde y daba un poquito de pena. Es un buen hombre y ni se ha corrompido ni nada, lo que ahora es casi una excepción. En un aparte nos confesó que se quita un peso de encima.
Luego se pasó a la lectura del poema del Árbol a cargo de un representante de cada unos de los colectivos siguientes: Foro de la Memoria, Foro de la Memoria Histórica, Casa de la Mermoria –Casa de Sefarad-, y un representante de la Junta Directiva de la Asociación Vecinal.
La copa de vino en el preescolar Parque Fidiana fue algo más que una copa, un ágape en toda regla; un buen colofón para el acto de inauguración.

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